Idris había sido verde y dorada y rojiza en otoño, cuando Clary fue ahí por primera vez. Tenía una grandeza austera en invierno: las montañas se elevaban en la distancia, cubiertas de blanco por la nieve, y los árboles al lado de la carretera que llevaba de vuelta a Alacante desde el lago estaban despojados, sus ramas sin hojas haciendo patrones de encaje contra el cielo brillante.
A veces Jace ralentizaba al caballo para señalar a las mansiones de las familias más ricas de Cazadores, escondidas de la carretera cuando los árboles tenían hojas pero ahora se podían apreciar. Sintió su hombro tenso cuando pasaron por una que casi estaba fusionada con el bosque a su alrededor: había estado claramente quemada y reconstruida. Algunas de las piedras todavía tenían marcas negras del humo y el fuego. "La mansión de los Blackthorn," dijo él. "Lo que significa que pasada esta curva está..." Se quedó callado mientras Wayfarer hizo cumbre de una pequeña colina, y le tiró de las riendas para que pudieran mirar hacia abajo hacia la vía desdoblada en dos. Una dirección llevaba de vuelta a Alacante - Clary podía ver las torres de demonio en la distancia - mientras que el otro se curvaba hacia un gran edificio construido de suave piedra dorada, rodeada por una pared baja. "La mansión de los Herondale," acabó Jace.
El viento se levantó: congelado, agitó el pelo de Jace. Clary tenía su gorra puesta, pero él estaba con la cabeza descubierta y las manos desnudas, diciendo que odiaba llevar guantes cuando cabalgaba. Le gustaba sentir las riendas en sus manos. "¿Querías ir a echar un vistazo?" preguntó ella.
Su respiración salió en una nube blanca. "No estoy seguro".
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